viernes, 26 de enero de 2018



                         EL GALLO DEL CARNAVAL

En algunos lugares dos tipos manipulaban la cuerda para complicar más el juego.

El gallo era uno de los “personajes” centrales de la fiesta del Carnaval. Muchos pueblos de España contaban con ritos en los que el gallo estaba presente. Pero, poco a poco, en parte por la estrecha vigilancia de la iglesia, que trataba de eliminar o de asimilar a lo religioso todo aquello que tenía tufillo pagano; en parte por las circunstancias políticas, que durante la Dictadura restringieron de modo drástico ciertos actos de la fiesta de carnestolendas, y, sobre todo, por el cambio de mentalidad de las últimas décadas que propugna el respeto a los animales, lo cierto es que el gallo ha quedado prohibido en los festejos carnavalescos.

El gallo colgado; todo un espectáculo...cruento.

Julio Caro Baroja, en su obra El Carnaval, realiza un profundo análisis de la simbología de estas fiestas. Cita a muchos pueblos en los que el gallo se erigía en símbolo del Carnaval. La tradición procede en gran parte de Castilla la Vieja, especialmente de las provincias de Burgos y Soria, aunque estaba bastante generalizada. Llama la atención también la extensión de estos ritos ancestrales con el gallo a la comarca de la Alcarria, aunque no nos extraña, pues la repoblación de estas tierras se realizó con personas procedentes de las dos provincias citadas.

En la actualidad ha cambiado mucho la relación del hombre con los animales.

El “juego de gallos” ofrecía (hoy está en trance de desaparición en la mayor parte de los pueblos) varias modalidades: el testamento del gallo, en el que se leían en tono jocoso las últimas voluntades que dejaba el pollo antes de morir; correr los gallos, bien a pie bien a caballo con el objetivo de herirlos con espada o de arrancarles la cabeza; la gallofada, que consistía en pedir por el gallo; el juicio al gallo, suerte de dramatización cómica, y el gallo colgado o enterrado al que acometían, en algunos lugares las mozas, y en otros, como en Cuevas, cualquier persona.

Es difícil precisar cuál era el simbolismo del gallo en la fiesta de Carnaval. Cada pueblo lo adaptó a sus necesidades, pero desde muy antiguo este animal se asocia a la fertilidad, a la arrogancia, a la altivez y al apetito sexual. Por ello no es de extrañar que su sacrificio ritual se produzca durante el Carnaval, víspera de la Cuaresma, tiempo en que los fieles deben alejarse de la soberbia , el engreimiento y la lujuria. El gallo simboliza, por tanto, los pecados que hay que vencer.

El gallo simboliza la arrogancia, la altivez y el apetito sexual.

En Cuevas de Velasco, fue seguramente la Hermandad de Ánimas la que aprovechó este rancio rito del gallo como un medio más de obtener fondos. Pero no tenemos la menor duda de que para encontrar los orígenes de esta ancestral costumbre hay que perderse en la noche de los tiempos.

El Domingo del Gallo, anterior al Martes de Carnaval, se colgaba el gallo de una cuerda y todo aquel que quería probar suerte, con los ojos vendados, y mediante el pago de una pequeña cantidad, blandía una espada e intentaba liquidar al ave mediante un certero mandoble. El espectáculo era muy popular. La plaza de Cuevas reventaba de gente y un tambor bordoneaba ora por acá ora por allá, para desorientar al de la tizona y para distorsionar las inevitables pistas que algunos espectadores se empeñaban en apuntar por lo bajo.

Heredaron de la cultura española la tradición de los juegos de gallos.

El lunes, si el bicho seguía con vida, se introducía en un agujero practicado en el suelo, mostrando solo la cabeza por una rendija tan estrecha que no podía ocultarla. En este caso el vendado tomaba una vara y tras ser obligado a dar varias vueltas para que perdiera la orientación, salía en busca del animal, midiendo el número de pasos que previamente había calculado que separaban la linea de salida del objetivo. Y seguía el espectáculo…

Con frecuencia la muerte del pollo era lenta, hasta el punto de que los encargados de la diversión debían hilar fino para saber si el animal aún seguía con vida. A veces, el goteo de sangre, consecuencia de algún sablazo o un garrotazo al respabilón, así como la inmovilidad del animal, animaban al tapado a reclamar el ave para sí. Entonces hurgaban al pobre y el gallo comenzaba a aletear y a expresar su queja lastimera que lo reducía de dueño y señor del gallinero a objeto de mofa y alborozo de la gente. 

La soga para colgar el gallo se tendía entre el balcón del Ayuntamiento y el balcón de la casa del tío Rafael.

Huelga decir que el afortunado que mataba el gallo se lo adjudicaba como trofeo para darse un festín con su familia o con sus amigos.

Costumbres bárbaras, cierto, pero no es menos cierto que hay que ser indulgentes con las gentes de otros tiempos y con sus atavismos. Habría que ver cómo juzgarán las generaciones venideras ciertos comportamientos y costumbres de nuestro tiempo…

Las piñas de Carnaval, deliciosa repostería de Cuevas.

Los festejos con el gallo de protagonista son muy antiguos. Lo prueba el hecho de que se exportaron a América junto a otros rasgos de la cultura española.

Difícil, por no decir imposible, sustituir al gallo, no solo porque un muñeco gallináceo o una imagen virtual no serían igual, sino, sobre todo, porque aquel era un espectáculo cruento, y posiblemente fuera esta condición la que lo hacía más atrayente.

El Carnaval venía muchos años asociado al mal tiempo.
Nota. Si algún lector cuenta con fotos antiguas del gallo de Carnaval, le ruego me las envíe. Gracias.

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