sábado, 14 de octubre de 2017




PAISAJES DE CUEVAS




EL PUEBLO EN PRIMAVERA. Añoramos este paisaje verde que se repite cada año en primavera y también en otoño.

LA VEGA ESMERALDA. Cuando las lluvias bendicen esta tierra su fertilidad se pone de manifiesto.


NOCHES DE VERANO EN CUEVAS. El día se cierra tiñendo el horizonte de tonos anaranjados.


EL MIRADOR DE CUEVAS. Desde donde se alcanza hasta el infinito.


LA SOMBRA DE LA TORRE. La sombra del pueblo se proyecta sobre la vega a primeras horas de la mañana.


EL LAVADERO Y LA VIEJA FUENTE. ¡Cuántos trabajos vieron estas piedras! ¡Cuántos desvelos! ¡Cuántos amores nacieron entre la piedra y el agua!


LA CHOPERA DEL LAVADERO. Se levantan como gigantes estos colosos que apuntan al cielo.



LA TOBA Y EL CAMPANARIO. Aquel atrae las palomas, que viven en sus tejados; el cardo, las mariposas.



REJAS Y PARRAS. Calles solitarias, plácidas, en las que resuena el eco antiguo de asnos, carros y arados camino de los campos.


LA VEGA EN EL VERANO. Cuando nuestro valle luce su falda con remiendos.


PUESTA DE SOL. El horizonte cubre el sol de velos rojos y amarillos.

LA IGLESIA. Armonía, solidez, belleza, firmeza contra el azul del cielo.


EL ARCO. ¿Adónde llevaría la calle que la leyenda dice que pasaba bajo el arco?


VENCEJOS AL AMANECER. El cielo se puebla de una plaga de ruidosos vencejos que giran una y otra vez alrededor del campanario gritando incansables.


DESPROPORCIÓN. ¿Qué locos levantaron este templo soberbio en un pueblo tan pequeño?


LOS GIRASOLES. Miles de monjitas con sus verdes hábitos inclinan la cabeza y se recogen en sus rezos…


LA CUEVA DE LA MORA. Cueva de misterios y leyendas.


EL VALLEJO. El pueblo se ve al fondo, sobre los olivares de El Vallejo.


LA PEÑA REDONDA. Emerge en la ladera como una gran ara de sacrificios votivos.


EL SOL ATRAPADO. Cae la tarde y el sol muestra su poderoso ojo entre los dos edificios.


LA NUBE QUE ATACA A LA TORRE. Como un prodigioso animal esta nube se precipita sobre la torre.


domingo, 8 de octubre de 2017



              CUEVAS DE VELASCO EN LA GUERRA DE CUBA 


La Guerra de Cuba (1895-1898) tuvo una repercusión enorme en toda España. Concluyó en el llamado desastre del 98, año en el que se perdieron las últimas colonias: Filipinas, Puerto Rico y Cuba. 

España realizó un esfuerzo descomunal para aplastar la insurrección en Cuba, siguiendo la máxima de Cánovas del Castillo, “Hasta el último hombre y la última peseta”. Y para ello fueron enviados más de 200.000 soldados a la isla caribeña, cantidad que aún hoy causa asombro y que hasta la Segunda Guerra Mundial supuso el traslado transoceánico del mayor contingente de tropas de la historia. 

Soldados españoles en Cuba

Tras una larga guerra de desgaste y la entrada en la contienda de los Estados Unidos, a raíz del oscuro caso del hundimiento del acorazado Maine, del que los estadounidenses acusaron injustamente a los españoles, el ejército español, acosado por la moderna flota norteamericana, muy superior, y hostigado por los rebeldes, no tuvo más remedio que claudicar. 

Cuevas de Velasco, como tantos otros pueblos de la geografía española, envió a la contienda cubana a jóvenes que partían hacia lo desconocido y que después de breves periodos de instrucción se veían obligados a combatir a más de 7000 km en un ambiente y un clima muy hostiles. 

Embarque de soldados para Cuba

Unos 50.000 españoles perdieron su vida en el conflicto, pero lo más curioso es que el número de bajas directamente relacionadas con los combates fue ínfimo, apenas, un 10 % o un 12 %. La mayor pérdida de vidas humanas se debió a otras causas, como: la pésima salubridad y alimentación, tanto en los cuarteles españoles como cubanos; los peligrosos viajes en barco, en los cuales la tropa iba hacinada con alto riesgo de contraer enfermedades contagiosas; el agotamiento por los continuos combates, y diversas enfermedades tropicales infecciosas. 

De los reclutados en la provincia de Cuenca, hubo 805 bajas, de las cuales más de 700 se debieron a enfermedades tropicales e infecciosas y solo 35 soldados murieron en el frente de batalla o a consecuencia de heridas de guerra. 

Soldados en combate en Cuba

La enfermedad que ocasionó más víctimas entre la tropa española destinada a la isla caribeña fue el llamado vómito negro, llamado también fiebre amarilla. La transmitía el mosquito Aedes aegypti y cursaba con vómitos, hemorragias e insuficiencia hepática por lo que en su segunda fase la piel de los enfermos se ponía amarilla por la ictericia. 

Algunos síntomas de la fiebre amarilla

Según las listas oficiales, de Cuevas de Velasco salieron para la Guerra de Cuba cuatro soldados, de los que solo uno regresaría al pueblo con vida. A continuación facilitamos los datos de estos. 

Nicolás Ballesteros Ballesteros, sirvió en el arma de Infantería, en el Regimiento Galicia n.º 29. Era soldado. Murió el 23 de octubre de 1897, del vómito, en la localidad de Cienfuegos, de la provincia de Santa Clara. 

Laureano Collado Hernández, sirvió en el arma de infantería, en el regimiento Cuba 65. Era soldado y murió el 18 de agosto de 1896, del vómito, en la ciudad de Santiago de Cuba, de la misma provincia. 

Manuel Blanes Andal, sirvió en el arma de infantería, en el regimiento Toledo n.º 35, como soldado. Murió el 18 de agosto de 1896, del vómito, en Santiago de Cuba, provincia del mismo nombre. 

Félix Rubio López, volvió repatriado a España y desembarcó el 27 de septiembre de 1897 en el puerto de Santander. 

E incluso, este superviviente se cree que regresó a su pueblo natal bastante debilitado, seguramente por el tifus, que solían contraer al verse obligados a beber agua en malas condiciones o incluso orines de caballo, cuando estaban sitiados por el enemigo. 

Antonio Ballesteros, que anda siempre atento a este blog, cosa que agradecemos enormemente, nos comunica que fuera de los listados oficiales él conoce a dos personas más que estuvieron en la Guerra de Cuba: los hermanos Felipe y Esteban Pérez.

A finales del siglo XIX Cuevas de Velasco rozaba los 500 habitantes, muchos de ellos, unos 350, analfabetos, dedicados en su mayor parte a las tareas del cultivo de la tierra y a la atención de los animales domésticos. 

Ferrocarril Aranjuez-Cuenca. Tren que circulaba hacia finales del S. XIX

Debió causar gran consternación en el pueblo la tragedia de la pérdida de estos mozos en una guerra lejana y ajena a los avatares de un pequeño núcleo del interior peninsular. 

A nivel nacional, como sabemos, el desastre del 98 produjo un impacto muy negativo, consecuencia de la visión catastrófica por la pérdida del Imperio. 

Desde este blog rendimos un modesto homenaje a estos paisanos que dieron su vida por España. 




lunes, 2 de octubre de 2017



                    PALABRAS AÑEJAS 
                         DE CUEVAS DE VELASCO


Modorrear 

1. intr. Porfiar, empecinarse en algo.

Está venga modorrear, modorrear, que quiere que lo lleve a la feria. Y yo no tengo ni ganas ni tiempo de ir a la feria.

El término modorro es de origen incierto, posiblemente del vasco, si bien el vasco MUTUR, ‘enojado, incómodo’, podría ser un préstamo del lat. MUTǏLUS, ‘sin cuernos’. La palabra existe en español desde la lengua literaria.
Un término muy próximo, usado también en Cuevas de Velasco, es morronear, de morrón, 'obcecado, obstinado'.


Navajear 

1. tr. Cortar las aceitunas con cuchillo o navaja para ponerlas en agua. Al practicar a cada aceituna dos o tres cortes se consigue que pierda mejor el amargor y que se impregne de los aromas y sabores del aliño.

La abuela está muy entretenida navajeando aceituna.

Del lat. NOVACŬLA, ‘navaja’.
El sufijo – ear, que indica acción, es muy productivo para la formación de verbos a partir de nombres o adjetivos. Sin embargo el término es original de Cuevas y no está registrado en ninguna de las obras consultadas.




Pimplarse

1. tr. Beber vino u otra bebida en exceso.

Cenaron arroz con liebre. Luego siguieron bebiendo hasta que se pimplaron bien.

Pimplar es probable que proceda del cruce de implar, ‘llenar, inflar’, con piar, ‘emitir su voz las aves’, pero también ‘beber’.



Rajear 

1. . Rajar. Abrir en rajas.

Se puso como un energúmeno, sacó la navaja y nos rajeó el balón.

Procedente de rajar, cruce de los términos rachar y ajar.


Ringorrango 

1. m. Vericueto, sucesión de curvas, recoveco. Zigzag. Garabato.

Es una onomatopeya del chirrido de la pluma al escribir.



Sacamantecas 

1. m. Personaje perteneciente al tenebroso mundo de la brujería. Era un individuo que asesinaba a sus víctimas, algunas de ellas niños, para extraerles las mantecas con el fin de usarlas como medicina para la supuesta curación de graves enfermedades. Existieron un par de asesinos reales, pero el temor se extendió llegando hasta los rincones más apartados de la geografía. El eco enorme de esos sucesos puntuales fue aprovechado por madres y abuelas de varias generaciones para tener a raya a sus hijos y nietos, de manera que cuando querían explicarles los peligros de alejarse de casa, de volver tarde o de comportarse mal, se echaba mano de toda esta progenie de tíos sacamantecas o sacasebos para que los menores, ciscados de miedo, les obedecieran.




Santo Evangelio

1. Una verdad de peso. Algo absolutamente cierto e irrefutable.

Yo no te mentiría. Créeme, lo que te digo es el Santo Evangelio. Puedes estar seguro. 



Semi 

1. m. Semidirecto. Tren semidirecto. 

Llegan esta noche en el semi. Hay que bajar a la estación a recogerlos.

Del lat. SEMI, ‘medio, casi’.


Tostá 

1. f. Tostada. Fechoría. Perjuicio que ocasiona una persona a otra.

Quiá, ya no se hablan. Por lo visto le había hecho ya alguna tostá, pero es que esta ha sio mu gorda.


Zorrera 

1. f. Humarandela. Humarada espesa. 

Zorros en zorrera,
el humo los echa fuera.

Rosal dice que el nombre procede de la costumbre de dar humo a la zorra para desalojarla de la zorrera. Y así ha debido hacerse a juzgar por el ahumado que puede apreciarse en los lugares tradicionales donde se encuentran las bocas de las madrigueras de los raposos.

El DRAE la define como ‘habitación en que hay mucho humo…’.