sábado, 16 de septiembre de 2017



                              ¿ESTUVIERON ANÍBAL Y VIRIATO 
                                   EN CUEVAS DE VELASCO?




Para responder a esta pregunta es preciso saber que hoy desconocemos casi todo lo que sucedió en el valle del río Mayor antes del siglo XII. Así que cualquier aseveración de ese tipo ni puede ser desmentida ni puede ser confirmada con absolutas garantías.


Ya hemos comentado en algún artículo de este mismo blog que Aníbal sometió a los olcades, pueblo que ocupaba en aquel tiempo grandes zonas de la Mancha y la Alcarria conquenses. Este hecho es histórico y hoy no admite dudas. Se sabe que el general cartaginés tomó la capital de los olcades, Althia, ciudad sobre cuya localización aún hay ciertas reservas, aunque cada vez más historiadores se inclinan por situarla en el actual Alconchel de la Estrella, pueblo situado a unos 50 km de Las Cuevas. Es de suponer que el eco del aplastamiento de la principal ciudad de los olcades por el genio militar cartaginés debió producir una gran intimidación a todos los demás núcleos olcades. Pero también cabe la posibilidad de que el general norteafricano emprendiese una razzia por todas las demás plazas con el fin de mostrar su poder, saquear todo lo que fuera posible o imponer un tributo a cambio de respetar vida y bienes. Los textos históricos hablan del gran botín con el que Aníbal regresó a Cartago Nova tras la conquista de Olcadia. 


Así pues, la posibilidad de que Aníbal se internase en el territorio olcade, por Huete y ascendiese por la vega del Mayor no es una entelequia. Se trata simplemente de un hecho perfectamente posible, pero no recogido en ninguna fuente conocida. 

                                   

En cuanto al caudillo Viriato, sus hazañas, recogidas en la historia, están fuertemente impregnadas de componentes legendarios. Y una de estas leyendas del caudillo de la resistencia hispana ante los romanos hace referencia al asesinato del incansable luchador por tres traidores y a su posterior incineración sobre el tormo alto de la Ciudad Encantada de Cuenca. Otras leyendas hablan de una dama de estas tierras a la que solía visitar el lusitano en los periodos entre combates.

                                                 

Que Viriato anduvo por la actual provincia de Cuenca es algo absolutamente verídico. Los movimientos de sus tropas eran continuos y aunque hoy no se conocen bien ni siquiera los emplazamientos de sus campamentos, parece seguro que también combatió contra los romanos entre los ríos Tajo y Guadiana. Es célebre su asalto a la ciudad celtibérico romana de Segóbriga, cerca de la actual Sahelices. 

Algunas fuentes romanas lo tildan de bandido simplemente mientras que la mayoría de historiadores lo describen como un estratega de grandes dotes, un hombre de costumbres sobrias y con un alto sentido de la justicia. Durante su mandato no se registró ninguna disensión importante en su ejército.


                                     


Lo que sí parece claro es que tanto Viriato como Aníbal difícilmente pudieron visitar el actual asentamiento de la villa de Cuevas, porque es más que probable que en aquel tiempo no existiera, aunque, con seguridad, ya existían núcleos habitados a lo largo del valle del río Mayor. 

Pero ¿de dónde surge la leyenda de que estos dos destacados caudillos de la antigüedad hollaron el suelo de Cuevas de Velasco? 

Creemos que durante el siglo XIX y parte del siglo XX, algunos historiadores, influenciados por el Romanticismo, concedieron muchas veces el mismo peso a las tradiciones orales que a las fuentes escritas, y así añadieron oropel y épica a los relatos. El resultado es en gran medida una historia plagada de inexactitudes e invenciones.

Reproducimos a continuación un artículo del semanario gráfico literario La Ilustración Castellana, de Cuenca (1927), firmado por Inocente García y Carrillo. En este escrito se identifica a Cuevas de Velasco con una mítica ciudad llamada Atanazor o Anatazor, nombre que difunde también el propio Pascual Madoz en su célebre Diccionario…

QUEDÓSE atrás la estación provinciana, y la ciudad dormida en la penumbra del alba, nos despidió con sus luces amarillentas entre el abigarramiento del caserío heterogéneo. Se arrastró el convoy sobre el férreo puente que salva el abismo; atrás quedaron las ondas rumorosas del Júcar .Y los chopos gallardos de la ladera, y fueron pasando cerros, llanuras, viñas, las del octubre apacible y dorado con higueras de meloso fruto. y en el conjunto polícromo del valle, reconstruimos la jornada sangrienta de 1837, cuando el carlista Cabrera, después de saquear Cuevas de Velasco, se replegó sobre Arcos de la Cantera. Se agolpan a nuestra mente nombres y fechas y lugares; miramos al campo y nos parece ver el reflejo de las bayonetas y oír el mortífero bramar de la metralla. ¡Ideales de los años que se hundieron! ¡La sangre vertida en fratricidas combates. Entornamos los párpados; nos acercamos a la antigua Atanazor, un escalofrío de emoción nos traspasa la médula al pensar que en aquel mismo lugar pisara el caballo de Aníbal o dieran una feroz acometida las hordas belicosas de Viriato. Hemos salido de Cuevas de Velasco, vamos hacia Castillejo del Romeral, donde está el palacio del Marqués de Caracena... 









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