lunes, 27 de junio de 2016







                         LA LEYENDA DE  LA CRUZ DEL CURA




El monumento llamado Cruz del Cura, que puede observarse a la entrada del pueblo por el camino de La Carrasquilla, es un rollo de justicia. Estos rollos, llamados también picotas, se ubicaban en las villas que gozaban del privilegio de administrar justicia. Por lo general se emplazaban en lugares bien visibles, plazas o entradas a los núcleos de población. Algunos de los rollos son auténticos monumentos tallados en roca con filigranas complicadísimas. El de Las Cuevas de Velasco es sencillo y sobrio. Consta de un basamento formado por piedras regulares sobre el que se levanta un pilar cuadrado y sobre este se eleva un fuste cilíndrico que fue de una sola pieza. Se encuentra situado sobre una roca, en la que fue una de las entradas principales al pueblo, en el lugar donde el camino de la Carrasquilla llega a las primeras casas.



No sabemos con exactitud desde cuándo está esa columnilla ahí, pero es muy posible que desde que nuestro pueblo dejó de ser aldea de Huete y fue proclamado villa independiente, cosa que debió suceder hacia finales del siglo XV o principios del XVI. Las picotas solo podía exhibirlas la entidad local que poseía independencia judicial para asuntos menores, claro está, y esta independencia se adquiría cuando se dejaba de ser una aldea satélite de una ciudad principal.

Se dice que si había algún ajusticiado su cabeza cortada o su cuerpo se exponían en el rollo. Si el condenado era azotado solamente también solía exponerse para vergüenza pública en el rollo o picota. 

En el caso de Las Cuevas de Velasco se trataría de exponer al escarnio público a pilluelos, ladrones, y gentes con condenas menores, aunque la tradición popular habla de condenados a muerte, cosa que es poco probable que sucediera.



El lugar siempre fue muy frecuentado por los niños que acudían allí a jugar. No faltaban alicientes, como la caza de lagartijas o el ranear en los pozas que recogían el agua de las lluvias. 



Precisamente esas piletas irregulares que hay en el peñasco de La Cruz del Cura nos recuerdan a cazoletas rituales de altares prerromanos.

Hace unas décadas, unos gamberros de un pueblo vecino, cuando se retiraban después de una noche de farra, seguramente más animados de lo debido, derribaron la columnilla del monumento, que se partió en dos. Años después fue reparada y repuesta añadiéndosele al conjunto una cruz de hierro que antes no tenía. Es probable que hubiera perdido la cruz pues se sabe que estos rollos estaban rematados por una cruz o por una bola.

El nombre de Cruz del Cura tiene su origen en una oscura y truculenta historia que sucedió hace mucho tiempo.

Al parecer vivía en el pueblo un sacerdote que ejercía en la parroquia su ministerio. Atendía el culto en la iglesia y administraba los sacramentos a los parroquianos. Y no ha llegado hasta nosotros noticia alguna de que aquel hombre de Dios se desviase ni un ápice de su cometido.



Sin embargo, vivía con el reverendo un hermano suyo de quien la memoria del lugar ha conservado una imagen de persona malvada. Por lo oído, éste era un individuo de mala catadura, una persona metomentodo. Parece que era el modus operandi de este tipo nefasto el andar siempre al borde de la provocación, el crispar los ánimos, aguar las fiestas y regodearse con lo obsceno y lo soez.

Se cuenta que habían organizado los mozos del lugar una merienda, la cual seguramente iba a tener lugar porque se habían cobrado algunas piezas de caza o porque se buscaba pretexto para apañar un baile o una ronda o lo que fuese, que es lo de menos. Y como quiera que el hermano del cura se enterase de los preparativos de dicha fiesta, buscó el modo, como era costumbre suya, de llevar la discordia adonde solo había sana alegría y ganas de fiesta. Y cuentan que el susodicho fue al lugar en el que hacían los preparativos para freír las carnes que tenían dispuestas, tomó la sartén donde iban a cocinarlas y, apartándose a un lugar discreto, hizo sus necesidades en ella, huyendo después de allí.

Cuando los mozos se percataron de lo sucedido, ataron cabos sobre quién podría haber sido el autor de un acto tan grosero y vil. Y, como ya había antecedentes que apuntaban al hermano del cura, fueron a buscarlo muy airados. Al ver que venían por él, el gamberro, como cobarde que era, se delató huyendo a la carrera. Lo siguieron y le dieron caza justo al pie de la picota del pueblo y allí mismo, según se dice, acabaron con su vida.



Es de suponer que el hermano del cura era una persona alborotadora, insidiosa, miserable y perversa. Y es posible que debió haber más, pues, aunque el acto cometido fuera execrable y reprobable a todas luces, la pena aplicada fue desproporcionada. Por otra parte, tampoco es extraño que un agravio así se resolviese a modo de duelo entre el ofensor y el ofendido.

Nada dice la tradición de si después hubo juicio y cómo salieron parados de él los mozos que habían asesinado al hermano del cura. Lo que sí está claro es que un individuo con esas credenciales no debió tener muchos valedores, mientras que a los ejecutores debió ampararles el pueblo entero.

Aunque curiosamente el protagonista del suceso no fue el cura, la picota comenzó a ser llamada Cruz del Cura en recuerdo de aquel penoso suceso.




miércoles, 22 de junio de 2016



                               MI PUEBLO TIENE SABOR



La Asociación de Vecinos y Amigos de Cuevas de Velasco (AVACU) editó hace un par de años un librito precioso sobre la cocina de Cuevas de Velasco, titulado Mi pueblo tiene sabor. La cocina de Cuevas de Velasco.



Se trata de un conjunto de recetas muy nuestras recogidas sobre todo de boca de las personas mayores. Estas mismas personas, algunas ya desaparecidas desgraciadamente, y otras más jóvenes, son quienes cocinan los platos típicos del pueblo. 

El hecho de que cada receta venga con una foto de quien la ha facilitado o la realiza, da más valor a este recetario de Cuevas.



Fue una magnífica idea, otra más, de esta Asociación de Vecinos, con M. Cruz López a la cabeza en este caso, que viene haciendo por el pueblo grandes cosas, quizá no siempre suficientemente reconocidas.



Desgraciadamente no es posible conseguir ya este libro, pues se agotaron todas sus existencias. Hoy se guarda como oro en paño en las casas del pueblo y allá donde hay algún natural de Cuevas. En él se explica otro aspecto de nuestro modo de vivir, la gastronomía local.






lunes, 20 de junio de 2016




                                   MOJE DE SARDINAS


El moje de sardinas es un guiso que se realizaba en el pueblo con cierta frecuencia. Se trata de una de esas comidas sencillas que buscan multiplicar el volumen mediante la salsa para que puedan alimentarse más comensales. Dicho de otro modo: ocho o diez sardinas fritas o asadas no podían aplacar el hambre de cuatro personas, pero cocinadas en moje eran suficientes para saciar el apetito de varias personas. En cualquier caso se trata de un plato delicioso que ofrece una variante exquisita y original para los guisos con sardinas o boquerones.



INGREDIENTES

- Sardinas (entre dos y cuatro por persona, según volumen).

- Harina.

- Aceite.

- Laurel.

- Cebolla.

- Tomate.

- Pimentón.

- Pimienta en grano.

- Agua y sal.


MODO DE PREPARACIÓN

- Limpiar las sardinas, ponerles un poco de sal, enharinarlas y freírlas en aceite de oliva sin que queden muy hechas. Reservarlas. (En la receta que presentamos hemos sustituido las sardinas por boquerones. También es posible encontrar filetes de sardinas desespinadas, en el caso de que no se quieran hacer enteras).



- En el mismo aceite, añadir la cebolla picada muy fina o bien rallada y sofreír.

- Cuando cambie de color, añadir un tomate rallado bien maduro.




- Antes de terminar con el sofrito de cebolla y tomate, añadir una cucharadita de pimentón, el laurel y la pimienta.

- Colocar las sardinas en este sofrito, integrar bien, añadir agua hasta cubrir y dejar hervir suavemente hasta que el caldo comience a espesar.



- Rectificar de sal.

- Suele servirse caliente, pero tampoco era raro llevar el moje al campo donde se tomaba frío.


sábado, 18 de junio de 2016






                         EMBELLECIMIENTO DEL PUEBLO


Hace cincuenta años, Cuevas de Velasco vivía aún como en la Edad Media. Era una villa que se autoabastecía casi de todo. Llegaban las sardinas frescas, eso sí, y los plátanos y algún que otro producto de climas más benignos, como las naranjas, o de labores complejas, pero, en esencia, el pueblo, con sus vetustas construcciones, sus calles sin asfaltar, sin red de saneamiento ni agua corriente, era un poblado del medioevo.

La omnipresente parra, la higuera y un solar limpio en primer plano.


Se encerraban en el pueblo seis o siete ganados, con las consiguientes pestilencias y suciedades. Cuando llovía, cosa que sucedía con harta frecuencia, las calles se convertían en barrizales. Un centenar de mulas, machos y asnos iban y venían por las calles y en los corrales, con más de dos mil gallinas, unos cien cerdos y multitud de conejos y gallinas fermentaba el estiércol con el que abonar los campos.

Por otro lado, el pueblo comenzaba a quedarse sin gente. Muchas casas abandonadas se venían abajo, de tal manera que manzanas enteras no eran sino montones de ruinas. Y la Peña era el estercolero general al cual se arrojaba lo mismo una banca carcomida, que escombro de las obras que un animal muerto.



Curiosamente, hoy, cuando el pueblo se queda sin habitantes, su aspecto es magnífico: alcantarillado, planta potabilizadora, calles asfaltadas e incluso pavimentadas, peña adecentada, parque, fuente remozada, frontón polideportivo, centro social, solares limpios...

Si no lo habíamos descubierto aún ya va siendo hora de que entendamos todos que tenemos un pueblo muy bello. Nos falta, no obstante, el paso para convertirlo en un pueblo de ensueño.

El cableado debería ser más discreto.


Tenemos a favor los bellos paisajes, la magnífica iglesia, el carácter de la gente, las comunicaciones, algunos rincones de calidad, la tranquilidad, las fiestas, las tradiciones, una colonia de verano que mantiene bien el ambiente….

Nos falta el adecentamiento general y la ornamentación del pueblo de tal manera que deje de ser un pueblo más de las decenas de pueblos alcarreños o serranos que hay alrededor y se convierta en un ejemplo único de lugar en el que los vecinos se vuelcan con el cuidado y la imagen del casco urbano y sus alrededores.




Cito diez medidas que supondrían un cambio notable en Cuevas de Velasco:

1. Conservar las parras que ya existen y animar a todo el vecindario a que plante nuevas parras ante sus fachadas. La parra es el elemento más genuino de estos pueblos. Embellecen las fachadas, las engalanan, suavizan sus perfiles sobrios y alegran sus tonos monocolor.

2. Plantar árboles en el casco urbano. Se han ido plantando algunos árboles, como el caso del Olmillo, el atrio, la plaza, el Mirador, la Peña… Y eso está muy bien, pero no basta; es necesario continuar en esa dirección e incrementar el número de árboles y arbustos. Elegir especies familiares, como el olmo, el paraíso, la acacia, el ciprés… y aprovechar cualquier espacio por pequeño que parezca. Asimismo conviene estar atentos a cualquier tipo de tala, sea con la escusa que sea, e impedirla.

Cipreses en la calle del Cantón


3. Cuidar los jardines existentes y ajardinar cualquier zona que se preste a ello. El Parque del Castillo, el Jardincillo de las escuelas y la zona marginal del la calle del Cantón deben ser objeto de cuidado y conservación.



4. Transformar las entradas al pueblo. La entrada a un pueblo dice mucho de la gente que mora en él. La entrada por la carretera, ofrece unas posibilidades excepcionales para convertirla en lugar de acogida a las gentes que llegan a nuestros pueblo. El talud del Terrero, hasta más arriba del Calvario, debe ser vestido con árboles y arbustos. Igualmente, la ladera de la entrada por la carretera de Villar del Maestre debe ser objeto de un plan de ajardinamiento.




5. Maceteros, tiestos, jardineras y arriates son los soportes por excelencia de la jardinería móvil. En Cuevas hay muchos ejemplos de vecinos que se afanan por embellecer sus puertas con plantas y flores. Este ejemplo debería seguirse, incluso por parte de las personas que no residimos en el pueblo durante todo el año.

6. El cableado del pueblo es infame. Claro, no voy a ser yo quien pretenda casi un imposible, como sería soterrar o canalizar todo el cableado para que no resulte antiestético, pero, al menos en los lugares más sensibles, como el edificio de la Iglesia, el Arco y alguna casa notable sí podría hacerse algo para evitar los feos cables.

Los cables enturbian la imagen del Arco.


7. En cuanto al color de las fachadas de las casas, de siempre se prefirió aquí el blanco, por aquello de usar la cal o el yeso. Ese es el aire antiguo de la mayor parte del pueblo, pero en las dos o tres últimas décadas se han ido incorporando con éxito otros tonos, como el amarillo albero, o cualquiera de los colores clásicos del casco antiguo de la capital, como el azulón ( imitando la antigua fachada del Ayuntamiento de Cuevas), ocres, verdes, grises, etc.

8. La limpieza es fundamental en cualquier intento de embellecer el pueblo. Hay que seguir comportamientos cívicos en este sentido y cada cual debe limpiar lo que ensucia. Es importante evitar que los paseos de la peña y otras zonas se conviertan en un WC para perros.

Parra en invierno.


9. Estaría bien que pudiésemos contar con alguna obra de arte en la vía pública dedicada a la tranquilidad, al hombre de los pueblos, a los oficios de antes…

Parra en verano.


10. Una comisión cívica debe explicar e impulsar estos proyectos y otros muchos que puedan plantearse. El empeño de los vecinos unidos en una tarea así sería muy bueno para la convivencia entre todos.

martes, 14 de junio de 2016






                       EL HIMNO DE CUEVAS DE VELASCO 

       



Cuevas de Velasco no tiene himno… ¿O sí?. En estas andábamos allá por los años 80 cuando seis o siete nostálgicos nos empeñábamos en echar la ronda en el verano o cuando surgía la ocasión. 

Antaño, la ronda tenía otro sentido bien distinto: se rondaba a las mozas sobre todo. Nosotros éramos ya mozos viejos o casados y no había muchas mozas a quienes rondar. Nos movía, más que nada, el amor al pueblo y a sus tradiciones. 

-El pueblo no tiene himno – dijo alguien una noche. 

Ya había sucedido algo parecido con el escudo. Pero en este caso del blasón Antonio, que ha hurgado en todos los archivos buscando historias del pueblo, encontró el escudo de los Velasco. Lo difundimos en un número de El Otero, se cosió un pendón con esta enseña y ahí está.



Pero la búsqueda del himno iba a presentarse como una tarea más ardua, pues ni habíamos oído a nadie hablar de himno local ni sabíamos muy bien dónde buscar. Hasta que un verano, debió ser hacia 1988, tras una ronda como tantas, Luís Tarín se puso a tocar con su acordeón “el himno de Cuevas”. 

Nos convenció fácilmente de que aquella música podría ser el himno de Cuevas. 

- ¿De dónde has sacado esa música? - le pregunté. 

Y entre nota y nota me dio a entender que a partir de un tema había pergeñado la canción. 

Luego vino lo de la letra. Y ahí descubrimos nosotros el gafe que tenemos los españoles con las letras de los himnos. No había modo; lo que a unos agradaba, otros lo juzgaban fuera de lugar. Así que ahí nos atascamos. Y en esas dudas se nos fue aquel verano.



Había un proyecto de enseñar esta música a todo el pueblo y adoptarla como himno. El plan, del que llegamos a hablar, era cantarla toda la gente después de la misa del Cristo. Pero todo se vino abajo y aquel proyecto quedó arrinconado y olvidado. 

Y el caso es que la melodía era tan alegre y pegadiza que siguió tarareándose y tocándose por parte de los pocos que tuvimos la ocasión de oírla. 

Recuerdo una noche cuando Luís se arrancó con el himno de Cuevas y Fernando López y otros se pusieron a bailar. Está claro que en Cuevas lo de la danza tira mucho: uno oye dos notas y se pone a danzar, sin más. 

Tanto Luís como Fernando, como algunos más que estaban presentes aquella noche de hace casi 30 años, merecen este recuerdo y seguro que mirarán con buenos ojos, desde donde estén, que aquella canción salga a la luz. A ellos les gustaba y la disfrutaban mucho.


Dejo la letra, tal como la compusimos: sencilla, breve y sentida. 



Pueblo de Cuevas 
por tus confines 
de gozo llenas 
a todos los que aquí viven. (2 veces) 

Si te vuelvo a ver 
me causa placer. 
Lo que dejé ayer 
vuelve a renacer. 

Lo que aquí quedó 
nunca lo perdí, 
porque si me fui 
no murió 

Llano y sereno sentirte 
vegas y montes mirar, 
los paisajes que nos diste 
no es tan fácil encontrar. (Va a “Si te vuelvo a ver...” ) 

los paisajes que nos diste, oh, no 
no son tan fáciles de encontrar(final) 


sábado, 11 de junio de 2016


           CUEVAS DE VELASCO

           ¡Aquellos maravillosos años!






                      

En el verano de 2010 la Asociación de Vecinos AVACU organizó una magnífica exposición de fotos antiguas que prestaron los vecinos del pueblo.

Ya por los años 80 realizamos algo similar, pero a menor escala. Entonces recogimos las fotos en una hora, el mismo día del Cristo, las expusimos, y esa misma noche ya las habíamos devuelto a sus dueños. No había medios entonces para reproducirlas.



Pero en esta ocasión se escanearon cientos de fotos y se publicaron en un libro titulado Cuevas de Velasco ¡Aquellos maravillosos años!



Aunque participaron muchas personas, fue Mari Cruz López quien se hizo cargo del proyecto y logró culminarlo con un gran éxito.



El libro-álbum recoge decenas de fotos que muestran momentos de reuniones familiares, festividades, grupos de amigos, folclore, tareas agrícolas...



Hoy es rara la casa del pueblo que no cuenta con un ejemplar de estas instantáneas tomadas a lo largo del último siglo de existencia del pueblo. Es un excelente trabajo.








miércoles, 8 de junio de 2016





                                VOCABULARIO TÍPICO





Ofrecemos otra entrega del vocabulario típico de Cuevas de Velasco. 

Es un error pensar que las palabras del pueblo están siempre mal dichas o que son simples vulgarismos sin valor. En ocasiones el habla de los pueblos aporta vocablos valiosísimos que han ido arrinconándose en el medio rural e incluso perdiéndose. 
Las palabras son signos vivos que van evolucionando hacia formas nuevas. Cada una lo hace a un ritmo, pero, curiosamente, suelen seguir unas reglas de evolución. 
Aunque en Cuenca se hablase español dentro de mil años, difícilmente comprenderíamos los actuales conquenses a un paisano del tercer milenio.

Cada palabra lleva escrita su historia y nos muestra cómo ha evolucionado su forma y su significado


Aburracao 

1. adj. De colores blanco y negro, como el ave llamada urraca.

Cor. De origen incierto, posiblemente ibérico. El nombre del ave es posterior al nombre de mujer, muy usado durante siglos.

Se trata de un vulgarismo derivado de urraca.

¿De quién es ese gato aburracao que va por la cumbrera del tejao?

Urraca


Acocotar

1. tr. Someter, oprimir, dominar a alguien.

El amo lo acocotó tanto que un día cogió el portante y se fue.

Cor. Cogote es una palabra emparentada con el oc. cogòt, probablemente derivado de COCA, ‘cabeza’. El término acocotar es un derivado.


Acorar 

1. tr. Consumir, afligir, hacer sufrir.

Este hombre me tiene acorá. Hay que ver lo latoso e impertinente que se pone.

Cor. Según este autor sería un derivado del étimo latino CǑR ‘corazón’.


Alzar a Dios 

1. Una de las liturgias de la Misa, la de la Consagración, durante la cual el oficiante levanta las especias, el pan y el vino. En ese momento tañen las campanas para avisar a la feligresía de que está teniendo lugar el misterio de la transustanciación. 

Me ha pecío oír alzar a Dios.


Andaveros. Andaver. 

Marchaos. Idos. 2ª persona del plural del presente de imperativo del verbo IR, forma pronominal.

Mosos, andaver y le decís a madre que estoy por el corral haciendo cosas.

Se trata de un vulgarismo formado por tres palabras (anda, de andar; ver, de ir y el pronombre os). La Academia propone evitar tanto veros como iros y usar idos. 


Aposticas 

1. Expresión que se usa como derivado de apostas, pero que en ocasiones supera su significado adoptando otros. Se usa sobre todo con tono irónico. 

Así que quieres que vaya yo solo a cavar el huerto. Aposticas.


Bocino 

1. m. Foso, hoyo excavado por las avenidas de agua. Cárcava. Sima.

Se les murió el burro y lo echaron a un bocino que hay por Valdemaes.

Cor. Consultadas las voces hoz, hozar, bocina ‘cuerno de boyero’ y hocino que nos parecía la más probable, no se encuentra nada relacionado con bocino.

El término más próximo fonética y semánticamente a bocino es bocín, ‘piquera o hueco por donde se mete la paja al pajar’, ‘chimenea’ y, sobre todo, ‘agujero estrecho por donde cae el agua al rodezno en los molinos de cubo’.

En este caso, el término habría evolucionado como paladín> paladino, calabacín> calabacino (Canarias..)

Bocino.


Caída 

1. f. Pelea. Riña acordada propuesta por uno de los contendientes y aceptada por el otro. El objetivo es probarse las fuerzas y las astucias en el combate cuerpo a cuerpo. El enfrentamiento concluye cuando se ha derribado al contrario. 

Anda, ¿a que no me puedes? Te echo una caida a ver quién gana.

En el habla de Cuevas se deshace el preceptivo hiato y se pronuncia el término como si fuese diptongo, cai-da.


Calva 

1. f. Juego. En Cuevas de Velasco el juego de la calva consiste en colocar una botella o bombilla, preferentemente, o cualquier otro objeto de cristal o de barro y lanzar piedras desde cierta distancia hasta romperlo. Los contendientes se pertrechan de cantos y, una vez listos, alguien, canta la cuenta “A la una, a las dos y a las tres.”

He encontrado una botella. ¿Jugáis a la calva?

DRAE. Juego en que se tira contra un madero.

Dic. Aut. El juego original de la calva consistía en derribar con tejos un hueso del pie de la vaca clavado en el suelo. 

Dice Covarrubias que se llamaba “de la calva” porque la parte del hueso que quedaba visible era monda, limpia y reluciente.

Bombilla, uno de los objetos más apreciados en el juego de la calva.


Chichipán 

1. m. Carbonero común. Avecilla de tonos verde oliva en el lomo mientras que el pecho, amarillo, presenta una banda negra, más ancha en los machos. La cabeza es blanca y negra con irisaciones verdes y azuladas.

El nombre de este pájaro se debe a que el imaginario popular ha interpretado que la melodía de su canto dice chi-chi-pán, por tanto se trata de un ejemplo clarísimo de onomatopeya.

Escucha el trino del chichipán


Diente 

1. m. Palillo o fragmento de caña que se coloca sobre la piel de la zambomba para conseguir con la vibración una considerable amplificación del sonido. 

Cor. Del lat. DĔNTIS, ‘diente’.

La zambomba tiene un diente 

y no puede comer pan 

solo castañas y nueces 

y turrón y mazapán.


La zambomba de la izquierda de la imagen tiene dientes.



Enjorguinar

1. tr. Ensuciar una superficie con tizón o con polvo de humo. Manchar algo con jorguín.

Ya les he dicho veinte veces que si se acercan al caldero se van enjorguinar, pero no me hacen caso. 

Cor. Jorguín y su derivado enjorguinar proceden del vasco jorguina, ‘bruja’ porque estas se tiznan de negro al salir volando por las chimeneas. Por lo tanto no hay relación entre jorguín y hollín etimológicamente hablando.

DRAE. Define el término enjorguinarse como ‘hacerse jorguín o hechicero’.


Funes 

1. m. Se aplica a un individuo siniestro, que tiende al enfado, que se irrita o que se muestra enfurruñado. Cenizo. 

Tu hermano le pone mala cara a todo. Siempre está enfadado. Es un funes.

No se recoge esta palabra en los diccionarios. El rastreo en busca de su origen nos ha llevado al lat. FUNES- ERIS, ‘ceremonia fúnebre’, raíz de palabras como funesto o funeral. Por otro lado, en la etimología de Funes, pueblo navarro, se sugiere que podría proceder de FINIS, ‘límite’ o de FUNDUS, ‘tierra, heredad’. 

Si tenemos presente el significado de la palabra en Cuevas, solamente el primero de los orígenes apuntados tendría sentido.


Gurgunero 

1. m. Tipo de araña que se aloja en los agujeros de los muros viejos y que teje su tela en forma de minúsculo cráter. 2. M. Mercedor. Mecedor. Tridente construido en madera, aprovechando ramas de cuyos nudos brotan tres y hasta cuatro tallos, que sirve para dar la vuelta al casco de la tinaja y en general remover el hollejo y orearlo. También para meter leña al horno y al hornillo del yeso.

“Gurgunero,

gurgunero, 

sal y muerde

en este dedo”

Existe en Valenciano un término, corcó, ‘carcoma’ que podría remitirnos a un étimo común, aceptando que –er es sufijo. También puede estar emparentado con el lat. GURGULIO, ‘gorgojo’. En ambos, el significado está próximo.

La segunda acepción es una creación por semejanza. ¿O podría ser al contrario, es decir, que el artefacto llamado mercedor hubiera dado nombre a la araña?

No encontramos la más mínima mención en los textos consultados, así como tampoco en Internet. Término propio de Cuevas.




Moní 

1. m. Voz para llamar a los conejos. Se usa repetida y tanto en singular como en plural.

No hemos encontrado información en los libros consultados, pues aunque aparecen dos términos, uno de origen aragonés, monís, ‘masa hecha con huevos y azúcar’, y otro del lat. MONĒTA, monises, ‘dinero’, no parece que tengan relación con el término de Cuevas.

Puede tratarse de una voz de creación expresiva. Cabe la posibilidad de que se trate de un término que intenta oralizar el movimiento de los labios del conejo.


Penterre

1. m. Arrechuz. Ataque fulminante. Malestar súbito e inesperado.

Le ha dado un penterre a Benito. Se lo han llevado a Cuenca sin perder ni un minuto. La cosa está negra.

Cal. Recoge esta voz e informa que procede de la metátesis de repente.

Perchón 

1. m. Cerradura de madera de las puertas consistente en un pequeño cajón con un pasador sobre el cual caen unas lengüetas. Cada perchón tiene una llave en forma de peine para desbloquear el pasador. 2. m. Tirón, sacudida, arranque inesperado.

Solo quedan tres o cuatro perchones en el pueblo. Hubo decenas, en las puertas de los corrales, de las cuadras, de los cocederos, de los huertos… Se cree que este tipo de cerradura es muy antiguo, posiblemente de origen romano.

He perdío la llave del perchón. A ver ahora cómo voy a entrar al corral. 

Es posible que se trate de una de las voces más genuinas de Cuevas de Velasco. Debe estar entroncado con la voz percha, 'lazo, cepo', pero faltan elementos para afirmarlo.




Tordo

1. m. Estornino negro (Sturnus unicolor). Pájaro de plumaje negro de cuello y cola cortos, de unos 22 cm. En invierno aclaran un poco el color y les aparecen motas, volviendo en primavera al tono más oscuro y brillante. Las patas son rosadas y el pico estrecho, puntiagudo y oscuro amarillento. Se alimenta de insectos, bayas, cerezas, aceitunas, moras, etc. En Cuevas estas aves anidan casi exclusivamente en la torre y el tejado de la iglesia. Allí forman una colonia importante. Cuando caen sobre un cerezo, sobre una morera o sobre una higuera hierve el árbol y arman gran estropicio con sus silbidos y gritos estridentes.

A una vieja meando

se le escapó el chorro;

apuntó a la veleta

y mató un tordo.

Cor. Del lat. TŬRDUS, ‘tordo’.

Visita la página del tordo y escucha su canto.


domingo, 5 de junio de 2016




           DEL NEOLÍTICO A LA EDAD DE LOS METALES


Primitivo molino lineal para reducir a harina el grano

            
Conviene recordar que los primeros núcleos de población estables no se constituyeron por estas tierras hasta muy avanzado ya el neolítico o incluso en la Edad de los Metales. Lo cual quiere decir que al comienzo del mesolítico, hace 12 mil años, el modo de vida seguía siendo el nomadismo. Los individuos que acudían al valle del río Mayor se establecían de forma provisional, durante la estación que les ofrecía más y mejores recursos, trasladándose a otras zonas cuando las subsistencias se agotaban. No podemos hablar aún de pueblos tal como los entendemos hoy sino más bien de clanes que aprovechaban los refugios naturales o que construían chozas poco consistentes cerca de donde estaba el alimento y el agua.

Hacha pulimentada

De este periodo apenas tenemos noticias. Los restos arqueológicos son escasos, lo cual no quiere decir que durante ese tiempo no hubiera pobladores en nuestro término. Los hallazgos más notables que confirman la presencia del ser humano durante el neolítico en nuestro pueblo son las numerosas hachas pulimentadas que se han hallado. Estas herramientas constituyen casi el emblema del neolítico, aunque es verdad que siguieron empleándose hasta bien entrada la Edad de los Metales.
Las hachas pulimentadas encontradas en el pueblo no apuntan a una procedencia común sino que se trata de hallazgos muy dispersos. Llama la atención la hechura de estas herramientas fabricadas a partir de una clase de roca oscura que no encontramos en nuestro pueblo. Estas hachas se extraviaban o simplemente eran esparcidas por animales moribundos que las llevaban clavadas.

Hacha de un material no presente en el término municipal

Hasta no hace mucho tiempo, los ancianos del lugar solían llamarlas “rayos” o “piedra del rayo” en la creencia de que estas piedras de color y forma extraños eran el resultado del impacto de los rayos durante las tormentas o acaso materia que las propias centellas traían desde el cielo. Hoy sabemos bien que se trata de piedras duras pulimentadas, con uno o varios filos.

Hacha o pico

Otros útiles neolíticos hallados de manera dispersa por el término del pueblo son morteros de piedra y molinos de mano de diversas formas, algunos de buena factura. Estos vestigios proclaman sin la menor duda la presencia del hombre del neolítico por la vega del río Mayor
Como decimos, el hombre del Mesolítico y de las primeras fases del Neolítico solía ocupar cuevas o abrigos naturales, que sabemos que eran abundantes en Cuevas de Velasco. La aparición de las primeras aldeas y poblados llegará más tarde y se establecerán preferentemente en zonas fácilmente defendibles.

Tras el molino lineal o de vaivén, apareció el  giratorio.

En el término de Cuevas de Velasco existen numerosos lugares que presentan restos arqueológicos compatibles con poblados habitados desde antiguo, algunos de ellos desde el Neolítico. El situado en la cumbre del cerro de Castejón ocupa una posición eminentemente estratégica. Desde su ubicación se domina todo el paisaje desde más allá de Huete hasta el Cerro del Túnel e incluso hasta los montes de Priego. Se trata, sin duda, del punto desde el que podía producirse una alerta más temprana ante la llegada de cualquier peligro. Sobre la altura más próxima a la vega se abren dos llanos con un desnivel entre ellos de un metro. El espacio ocupa una superficie aproximada de 0´6 has y quedaba defendido a poniente, al sur y al norte por unos peñascos inaccesibles, alternando en el flanco este las peñas y un fuerte declive seguramente reforzado por un muro o por una empalizada. Es posible que el único acceso a este fortín estuviese situado en el puntal norte a través de un paso estrecho entre dos grandes rocas.


Los vestigios más abundantes en este lugar son fragmentos de cerámica que por sus hechuras parece posterior a la de la loma de la estación. La ausencia de elementos arquitectónicos, de caminos de acceso, así como la lejanía del agua nos indican que el poblado del cerro de Castejón tuvo una vida efímera.
El nombre Castejón sugiere la idea de un fuerte.


Igualmente hay numerosos vestigios de otro emplazamiento habitado en el pasado en el paraje denominado Los Villares. El nombre ya pregona la existencia de una aldea en la antigüedad. Si bien en este caso parece que los restos encontrados en superficie señalan hacia la Alta Edad Media no sería extraño que se tratase de un lugar habitado desde varios siglos antes. La curiosa oquedad tallada en roca viva en la Peña del Fraile, y que la gente ha llamado siempre “el horno de Los Villares”, sugiere un depósito de alimentos o de herramientas del Neolítico. En la misma roca existen otras construcciones semejantes, algunas abortadas seguramente porque se agrietó la roca. Igualmente, la proximidad de la Fuente de las Casas, con sus tajos en la piedra a modo de lecho para la cimentación de viviendas o altares indica que hubo asentamientos humanos en la antigüedad. No hay que olvidar que tanto la necrópolis existente al lado del Huerto del Pozo como el probable campo de urnas de la loma de la estación están ligados a este asentamiento de Los Villares. El poblado de Los Villares ocupa una extensión de aproximadamente 4 ha.



Al pie del cerro Ribagorda, en la parte que da a la vega, se encuentra otro lugar donde abundan los restos de un poblamiento muy antiguo. El nombre descriptivo de “Paerecillas” (muretes) que recibe el paraje resulta elocuente. En este caso es más complicado tanto precisar los límites que ocupó el asentamiento como apuntar indicios para ubicarlo en el tiempo.
Estos dos últimos emplazamientos se hallan en terrazas bajas del río Mayor, justo al lado de donde hubo humedales importantes. Actualmente, tanto el paraje de El Huerto del Pozo como el llano que se extiende al pie del cerro Ribagorda están bien drenados por acequias construidas al efecto, pero siempre han sido zonas húmedas en las que se ha visto hasta patos en años lluviosos. Es muy probable que estos terrenos, semiinundados durante parte del año, fueran en época neolítica un magnífico atractivo para los primeros asentamientos más o menos estables de la zona. La incipiente agricultura solo sería posible en tierras con estas características, pues el cultivo en terrazas medias o altas, sin contar aún con la incorporación del arado, era prácticamente imposible.

Covachos de El Perdigón


Por lo demás, en el triángulo formado por las zonas de enterramientos en roca de Valdemorón, La Losa y El Reajo, se aprecian vestigios de asentamientos antiguos, siendo el caso más claro el de la roca de La Losa, sobre la cual, parece que la mitad del terreno se dedicó a necrópolis mientras que la parte más próxima a la carretera pudo ser un poblado primitivo.

Cerro Castejón


También aparece en superficie cerámica abundante en el paraje denominado Fuente Herrando, si bien no apreciamos en dicho lugar señales de asentamiento alguno. En cambio, en una zona muy próxima, a caballo entre los actuales términos de Cuevas de Velasco y Castillejo del Romeral, en el paraje denominado Fuente Higuera, la presencia de cucos de vasijas cerámicas es tan abundante que proclama la existencia de un poblado antiguo. Estos lugares están sin catalogar y sin estudiar. Los aperos de labranza siguen peinando cada año la tierra y esparciendo los restos que pueden aportar noticias de antiguos pobladores.